Chicas y chicos se adaptan mejor a los cambios puberales cuando ocurren coincidiendo con los cambios en sus compañeras y compañeros.
Cuando estos cambios no aparecen en el momento esperado, bien por ocurrir demasiado pronto o demasiado tarde, tienen consecuencias diferentes para chicas y chicos.
Si la pubertad llega antes de lo esperado, ellas lo llevan peor que ellos, ya que alcanzan un cuerpo adulto antes que sus amigas y mucho antes que los compañeros de su edad, con lo que son niñas que viven en un cuerpo de mujer.
Si la misma adolescente madura tardíamente no experimenta tantos problemas porque alcanzará el cuerpo adulto al mismo tiempo que muchos de sus compañeros.
Por el contrario, si el chico madura de forma temprana se beneficiará de un cuerpo adulto antes que sus amigos, lo que lo hará más atractivo para las chicas.
El adolescente que alcanza la pubertad de forma tardía seguirá teniendo cuerpo de niño cuando sus amigos, y sobre todo sus amigas, ya hace tiempo que parecen mujeres.
Es importante que madres y padres sean conscientes del momento en el que ocurren los cambios puberales e intenten entender los miedos y preocupaciones de sus hijos e hijas, especialmente cuando estos cambios ocurren antes o después de lo esperado.
Madurar a destiempo hace a chicas y chicos muy diferentes de sus compañeros y compañeras justo en el momento en el que menos quieren serlo, igualmente, el no experimentar los cambios físicos al mismo tiempo que sus compañeros y compañeras, les hace difícil el compartir sus experiencias, dudas y temores con los iguales.
En estos casos, madres y padres deben ser figuras de apoyo fundamentales.
Vivencia (Raquel, 16 años, Osuna, Sevilla)
“Yo tenía 10 años cuando tuve mi primera regla, y todavía recuerdo las palabras de mi madre: “ya eres una mujercita, tienes que estar contenta, pero no se lo digas a tu hermana”.
¿Si tenía que estar contenta, por qué tenía que
ocultarlo?, de todas formas, no hubiera hecho
falta que mi madre me dijera nada, yo iba a
esconderlo de todas maneras, y más a mi hermana,
que tenía 7 años. Durante una época lo
pasé fatal. Mi cuerpo cambió muy rápido, y los
niños de mi clase se metían conmigo. Odiaba
cuando los hombres me miraban. Me daba
vergüenza tener pecho, y yo lo escondía como
podía, pero al mismo tiempo me negaba
a usar sujetador, quería seguir siendo una niña como mis amigas. Empecé a tener discusiones con mi madre. Ella me controlaba más que antes y me decía que tenía que tener cuidado con los niños. Mi padre se volvió distante y frío conmigo, supongo que se sentía incómodo besándome y abrazándome como antes. Aunque me daba mucho corte, me hubiera gustado hablar con mi padre y con mi madre y explicarles lo mal que me sentía. No me refiero a hablar sólo de la regla, sino de mis sentimientos, seguro que me hubieran entendido, pero creo que les daba todavía más vergüenza que a mí”.
Revista "Adolescentes: ¡Cómo ha cambiado"
Alfredo Oliva... et al.
Junta de Andalucía
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